Un indio se iba a casar con una chica blanca que casualmente se llamaba también Blanca. Por la diferencia de razas, la madre le dice a su hija: “No te puedes casar con ese indio.”
Y la hija le responde: “Pero si yo lo amo, y el también me ama y nos vamos a casar.”
La madre le dice: “si él de verdad te ama, dile que te compre todas las tierras del norte y las ponga a tu nombre…”
La hija llorando va a contárselo al indio y le dice: “Mi madre dice que para poder casarnos debes comprarme las tierras del norte y ponerlas a mi nombre.”
El indio le contesta: “Yo amar a Blanca… poder comprar tierras del norte y ponerlas a tu nombre.”
Blanca va y le dice a su madre: “El indio me compró las tierras del norte, ahora sí nos vamos a casar…”
“Aún no, si ese indio te ama de verdad dile que también te compre las tierras del sur y las ponga a tu nombre.”
La chica le cuenta al indio y el indio le dice: “Yo amar a Blanca, poder comprar tierras del sur.”
La chica va contenta y le cuenta a su madre y la señora muy desesperada, sin saber que hacer para impedir que se casen, le dice: “si en verdad te quieres casar con ese indio, su pene debe medir medio metro…”
Y la chica llorando le dice: “pero madre nadie en el mundo la tiene de ese tamaño”, y su madre le responde: “¡entonces no te casas!”
La chica va y con mucha pena le cuenta al indio: “Mi madre dice que para casarnos tu pene debe medir ¡MEDIO METRO!
El indio se queda pensando mucho tiempo… y finalmente le dice:
“Yo amar a Blanca… ¡PODER CORTARME UN PEDAZO!”
Están tres amigas y compañeras de trabajo tomando café en la oficina, haciendo una pausa, ya sabes. Y charlando de sus cosas. Hasta que una dice:

“Me pasa una cosa curiosa con mi Juan, después de hacerle una mamada, al tocarle los huevos, los tiene fríos, muy fríos, y eso siempre me ha hecho gracia, por lo curioso”.

Interviene otra: “de curioso nada, que a mi Pedro le pasa lo mismo.”

Ambas se quedan mirando a la tercera y le preguntan: ¿Y a tu Antonio? ¿le pasa lo mismo a él?

Esta tercera amiga, un poco sonrojada por lo íntimo de la pregunta, se arma de valor y contesta: “No sé, yo no hago esas cosas, no me gusta”.

Las otras dos amigas, se ríen ante proceder de su compañera y le dicen:

“Pero no seas tonta… mira que es mejor que se lo hagas tú a que lo busque por ahí, que nunca se sabe….. además, a todos los hombres les gusta.”

La tercera amiga, agobiada y preocupada a partes iguales por los lógicos razonamientos de sus compañeras decide darles la razón y practicarle una felación a su Antonio.

El lunes, en la pausa del café, vuelven a coincidir las tres, y le preguntan: “¿Cómo te fue, se lo hiciste?, ¿le gustó?, ¿y a ti?”

Entonces la chica, se quita las gafas de sol y se ve que tiene el ojo amoratado de un buen puñetazo o golpe o…. lo que sea, pero estaba claro que el Antonio le había pegado un madrazo terrible.

Y le preguntan:

“Pero ¿qué te pasó?, ¿no le gusto?, ¿se la mordiste?

Y la pobre mujer contesta:

“No, nada de eso, si hasta me felicitó por el trabajillo, y le encantó. Lo que no le gustó es que al terminar, le toqué los huevos y le dije:

¡Anda!… fíjate, tú los tienes calientes, no como Juan y Pedro, que los tienen fríos después de una mamada!!.